LO QUE FALTA...
La economía uruguaya es “bimonetaria” y eso tiene sus consecuencias.
Se suele decir que la economía uruguaya es "bimonetaria" porque maneja dos: el peso y el dólar. Eso ha sido así por más de 40 años. Un estudio de José Antonio Licandro y Gerardo Licandro —ambos funcionarios del Banco Central (BCU)— de 2001 analizaba que la dolarización se dio como respuesta a un entorno inflacionario y como principal causa para que ocurriera estaba el incompleto desarrollo del mercado financiero. Los depósitos en dólares (autorizados en 1962), pasan a ser una reserva de valor (debido a la alta inflación que carcomía los depósitos en moneda nacional).
A eso se sumó que se tomaran créditos en dólares por encima de lo "socialmente óptimo", tanto por parte de consumidores como empresas que tienen sus ingresos en moneda nacional, resume el estudio "Efecto de la dolarización parcial sobre la política monetaria en un modelo semiestructural de proyecciones macroeconómicas para el Uruguay", elaborado por Lourdes Güenaga.
Este trabajo es uno de los presentados a las XXXII Jornadas Anuales de Economía del Banco Central.
Por eso, sostiene la autora, "movimientos abruptos en el precio del dólar pueden llegar a afectar su capacidad de inversión y producción, afectando a la demanda agregada (efecto de hoja de balance) y provocando problemas de solvencia".
Como esto persiste durante mucho tiempo "la dolarización de los créditos y los problemas de descalce de monedas entre activos y pasivos terminan generando fragilidades al sistema financiero".
Por ello, se preguntó "si los canales de transmisión de la política monetaria se han visto afectados por este fenómeno".
Güenaga encontró que "la dolarización genera nuevos canales de transmisión de la política monetaria. Estos canales podrían reducir o potenciar la capacidad de la política monetaria de incidir en el nivel de actividad y en la evolución de los precios".
El trabajo se hizo con dos modelos. Así, se compararon "los resultados del modelo con los coeficientes estimados (modelo con dolarización) con uno que tiene tres coeficientes analizados en las simulaciones con valores iguales a los calibrados como el modelo benchmark, y el resto se igualan a la estimación (modelo sin dolarización), de modo de observar solamente el efecto de la dolarización", apuntó.
"De acuerdo a estos resultados el movimiento en la tasa de interés de corto plazo" —es decir "el precio del dinero"— es "marginalmente menor en el modelo estimado, lo que genera una menor caída en el tipo de cambio y en los precios transables" (estos son los productos y servicios que se comercian con el exterior), añadió.
Por su parte, "en relación al canal de tasa de interés en moneda extranjera, este opera en el mismo sentido que el shock de política, reforzando el poder contractivo sobre el producto. Sin embargo, esto no se traslada a los precios no transables (aquellos que se comercializan solamente a nivel interno) debido a que de acuerdo a las estimaciones el impacto de la demanda sería bastante modesto y a la vez la caída del tipo de cambio real es menor", afirmó.
"En conclusión, los canales adicionales de transmisión de la política monetaria que resultan de incorporar a la dolarización estarían operando, frente a un shock de política monetaria contractivo, de forma tal que amortiguan el efecto de política sobre los precios, mientras que generan una mayor caída del producto", enfatizó.
Esto es cuando el BCU realiza una política contractiva con una oferta de dinero menor a la demanda para lograr bajar la inflación, eso se ve amortiguado por la dolarización de la economía. A su vez, esa contracción monetaria genera una mayor caída de actividad.
Para la autora del trabajo, "estos resultados sugieren que en el caso uruguayo, la dolarización no limitaría el potencial rol estabilizador del ciclo económico de la política monetaria". Pero respecto al rol de estabilizar los precios "la política monetaria debería reaccionar con mayor dureza para obtener un mismo resultado sobre los precios, dada la presencia de la dolarización", evaluó.
En particular "en un proceso de desinflación el ratio de sacrificio de la política monetaria sería algo mayor", añadió Güenaga.
La práctica inusual de empresas locales.
Otro estudio que se presentará en las XXXII Jornadas Anuales de Economía —y ya fue adelantado por El País el 21 de agosto luego que se presentara en el BCU— es "Moneda de facturación de las empresas uruguayas" de Andrea Barón, Gerardo Licandro, Miguel Mello y Pablo Picardo.
Allí, el trabajo encontró que 50% de las empresas que componen la muestra, factura en moneda extranjera en el mercado doméstico, ya sea en forma parcial (44%) o totalmente (6%). Se trata de una peculiaridad de Uruguay. "La facturación en el mercado doméstico en una moneda extranjera no es una práctica usual a nivel mundial", precisa la investigación.
En la vereda de enfrente, el 50% restante de las empresas que conforman la muestra no factura nada en moneda extranjera.
Si, en cambio, se pone la lupa en las firmas que venden más de un 10% del total en una moneda distinta al peso uruguayo, el guarismo inicial de 50% desciende a 34%.
También se detalla la proporción de facturación doméstica en moneda extranjera, cuya media es 24,3%. Es decir, uno de cada cuatro pesos que se vendieron a nivel local, no se cobraron en esa moneda sino en una foránea. La industria manufacturera fue la mayor exponente de esto, con un promedio de 31,8%.
"El pricing doméstico en moneda extranjera y la facturación en moneda extranjera lo que hacen es que los movimientos de tipo de cambio pasen a los precios más rápido, lo cual puede afectar la política monetaria", dijo el jueves en la presentación de la investigación en el BCU una de sus autoras, Andrea Barón. Añadió que una de las hipótesis manejadas es que algunas firmas usan la facturación a nivel local en moneda extranjera "como una forma de diversificar los riesgos".