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Un uruguayo deja su huella en el cielo de Nueva York

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Viñoly

El arquitecto Rafael Viñoly quiere tocar el cielo con el edificio 432 Park en Nueva York. Los apartamentos más baratos cuestan US$ 7 millones y el penthouse del último piso se vendió en US$ 95 millones.

En la mesa de dibujo y bajo el lápiz creativo del arquitecto uruguayo nació el rascacielos 432 Park Avenue, el edificio residencial más alto del hemisferio occidental y el tercer edificio más alto de Estados Unidos. Las obras están previstas finalizar este año.

Con 96 pisos y 425 metros de altura, la delgada torre ya se puede apreciar desde toda Nueva York. El proyecto es uno de los más prominentes en la carrera de Viñoly, oriundo de Montevideo. Hoy, su oficina ocupa dos amplios pisos de casi 2.800 metros cuadrados en total. La entrada está decorada con modelos en miniatura de proyectos anteriores, como el Aeropuerto Internacional de Carrasco, en Uruguay, y el Centro de Convenciones David L. Lawrence, en Pittsburgh, EE.UU. Entre medio hay modelos que compitieron en concursos que no ganó, como un paso peatonal elevado en Columbus Circle, en Nueva York.

En diálogo con The Wall Street Journal, Viñoly afirma que  hoy hay demasiados arquitectos interesados en construir edificios que están de moda, una tendencia peligrosa, advierte, considerando la permanencia de la arquitectura. Opina que la gente debe visitar una estructura para sentirla de forma apropiada; un edificio no debería ser evaluado a través de las fotos. Algo que pasa muy a menudo hoy, lamenta, ante la proliferación de las críticas y el marketing. “En la actualidad, los edificios son recirculados y se vuelven conocidos y valorados, y también son juzgados en base a una experiencia que no es tridimensional”.

Aunque su edificio se encumbra por sobre la arquitectura que lo rodea, sostiene Viñoly, su forma de cuadrados superpuestos es apropiada para el estilo del vecindario. “Es diferente sin ser diferente”, argumenta.
Al arquitecto uruguayo le gusta pensar en la vida histórica de sus proyectos. “La arquitectura es el único medio que no se puede apagar”, expresa. “Puedes ir al cine o no, y puedes leer un libro o no, pero con (los edificios) no tienes escapatoria”. Eso les confiere a los arquitectos una responsabilidad seria, razón por la cual Viñoly opina que sus colegas deberían desempeñarse más como traductores que guionistas, es decir deberían transmitir una visión para una ciudad, no imponer su estilo. “Todos se ofenden cuando digo eso”, reconoce, pero postula que los arquitectos que intentan imprimirle su sello a todos sus edificios ignoran que “en lo que trabajas no tiene absolutamente nada que ver con esta universalidad del marketing”.

“La buena indicación de que tuviste la suficiente suerte con lo que has hecho es cuando la gente se siente empoderada (y) muy feliz” con el producto final, explica. “La buena arquitectura te eleva”, enfatiza.

Viñoly ya tiene residencias en EE.UU., Reino Unido y Sudamérica; ahora diseña el primer edificio que usará sólo para él y su familia, incluidos su esposa, tres hijos y nietos. La ubicación de este proyecto es un secreto. Afirma que el proceso de diseño fue incluso “mejor que el psicoanálisis”. Por primera vez, se permitió pensar en lo que quería diseñar para su propio uso. La casa tiene una forma alargada y curva, y todas las habitaciones tienen vista a las montañas y el mar, adelantó..

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Viñoly

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