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Se frenó el descenso de la pobreza y amenaza con crecer como en la región

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Expertos coinciden en la necesidad de sumar por ingreso un enfoque multidimensional.
Recorrida por el asentamiento 1° de Mayo por plan de vivienda, foto Inés Guimaraens, Archivo El País, nd 20100702, pobreza
Archivo El País

En el último año se frenó la reducción de la incidencia de la pobreza, que ininterrumpidamente se fue registrando en el país a lo largo de la última década.

Asimismo, comienzan a aparecer algunas señales de reversión de la tendencia, a tono con el cambio en el ciclo económico, por lo que no debería llamar la atención que los próximos registros de pobreza muestren un aumento.

El método más común para medir el grado de pobreza de una sociedad es el del ingreso. Este consiste en determinar el valor de una canasta básica mínima de subsistencia que incluye un conjunto de alimentos que permiten consumir un mínimo de calorías y otra canasta no alimenticia que incluye algunos servicios relacionados con la vivienda, el transporte y la educación.

Todos aquellos hogares cuyo ingreso per cápita no alcanza a cubrir dicha canasta son considerados pobres, y el número total de integrantes de esos hogares, es el total de personas pobres de la sociedad.

A su vez, dentro de los pobres, aquellos cuyo ingreso per cápita no alcanza a cubrir la canasta alimenticia son considerados indigentes.

Como todo indicador, el del ingreso para medir la pobreza no está exento de críticas.

Los enfoques modernos abordan la pobreza desde una óptica multidimensional. No se centran solamente en el ingreso, sino que estudian otras variables que tienen que ver con la calidad de vida.

Lo que se denomina el enfoque de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), que tiene en cuenta un conjunto más amplio de variables que describen de una manera más fehaciente el nivel de vida de la población.

Se orienta a identificar la falta de acceso a bienes y servicios o problemas críticos en cuanto a la calidad de aquellos.

Se mide por ejemplo si se habita o no una vivienda decorosa, el acceso a agua potable, si se cuenta con saneamiento, si el hogar cuenta con energía eléctrica, algunos elementos de confort del hogar y la asistencia a centros educativos.

Es claro que el enfoque de las NBI da un panorama más adecuado de la pobreza, pero también es claro que es un método muy costoso, que requiere recabar mucha información, prácticamente censal.

Por eso es que los informes de NBI en Uruguay coinciden con los censos. El último es del año 2011, los dos anteriores fueron en 1985 y 1996.

Ante estas dificultades prácticas, el método del ingreso tiene ventajas apreciables, ya que una vez definida las canastas, alcanza con seguir la evolución de sus precios (los distintos rubros forman parte del Índice de Precios del Consumo), lo que se compara con los ingresos que declaran los ciudadanos en la Encuesta Continua de Hogares (ECH).

La gran crítica a este enfoque es que no mide adecuadamente la pobreza, ya que al basarse en un enfoque monetario no mide exactamente en qué se gasta ese dinero ni cómo se distribuye al interior del hogar.

Un ejemplo extremo ayuda a entenderlo. Supongamos un hogar con un solo perceptor de ingresos, el padre. Este buen señor genera ingresos suficientes, pero resulta que es un jugador empedernido y se gasta la mayor parte en la ruleta. En un caso así estadísticamente por el método del ingreso se está ante un hogar no pobre. Pero seguramente el método de las NBI lo catalogue como pobre.

Al mes de mayo, el umbral de pobreza per cápita se situaba en $ 11.590 a nivel nacional. La canasta alimenticia asciende a $ 2.961 y la no alimenticia a $ 8.629. Por su parte, los últimos datos de pobreza son al año 2015. La pobreza alcanzaba al 9,7% de la población y al 6,4% de los hogares. Lo primero que surge de estos números es el mayor porcentaje de personas pobres que de hogares.

Ello se debe a que en los hogares de menores recursos viven más personas, fundamentalmente menores, ya que en estos estratos nacen más niños. En una perspectiva más amplia, resulta claro que el éxito del combate a la pobreza pasa en buena medida en acciones focalizadas en los niños.

El valor del último año es el mismo que el alcanzado en 2014, marcando el primer año de freno de una tendencia descendente desde el año 2007. Antes del año 2006 no se medía la pobreza a nivel de todo el país, sólo en los centros urbanos. A nivel urbano la pobreza subió en 2015 respecto a 2014, ubicándose en el 10,4% de las personas que habitan en ciudades de más de 5.000 habitantes.

El aumento de la pobreza es un fenómeno que afecta a todos los países latinoamericanos.

Según el último informe sobre el Panorama Social de América Latina correspondiente al año 2015, el número total de pobres del continente subió a 175 millones, incrementándose la tasa de pobreza un punto hasta el 29,2%, tras un largo período de disminuciones.

De hecho, a nivel continental el freno de la pobreza comenzó en el año 2014, coincidiendo con el cambio en el contexto internacional y la caída de los precios de los commodities.

El informe muestra cuáles fueron los factores que explicaron en los últimos años el descenso de la pobreza.

Dado que la principal fuente de ingreso de los hogares pobres proviene del mercado laboral, estimó el ingreso laboral en función de sus dos componentes, el salario y la ocupación.

En el caso uruguayo, prácticamente toda la mejora provino por el lado del ingreso, ya que la ocupación en este segmento aumentó levemente.

Los cambios en el contexto internacional que le están pegando a Uruguay con un rezago de por lo menos un año respecto a los restantes países de la región, impiden que los salarios reales sigan creciendo.

En particular es dable esperar una caída del salario real que reciben los tramos más pobres de la población, cuyos miembros en general están ocupados en los sectores menos dinámicos, los que en el marco de las actuales pautas salariales son los que se ajustan por el porcentaje menor.

Como éste resulta inferior a la inflación, el salario real caerá e incidirá en la pobreza.

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Expertos coinciden en la necesidad de sumar por ingreso un enfoque multidimensional.

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