La idea que Microsoft tuvo en 2013 era buena al tratar de ingresar al sector de los servicios y dispositivos móviles para recuperar el protagonismo que tuvo cuando el auge de las PC. El proyecto implicaba que Microsoft proveería software y Nokia, aportaría su experiencia en fabricación de hardware telefónico.

Pero la firma que fundó Bill Gates admite que la inversión resultó un fracaso en una operación que le supuso una carga operativa de US$ 7.600 millones. 

La primera razón de este fracaso se atribuye a que ingresó demasiado tarde a un mercado que ya tiene, además de dos líderes, muchos otros competidores más pequeños.

Otra causa, también importante, es que Nokia, que ya arrastraba unos cuantos años de mal desempeño, incorporó con ella una cantidad inmensa de personal. 

Desde este año Microsoft ya despidió a unos 18.000 trabajadores y anunció que despedirá a otros 7.800, todos de la división de teléfonos. Los despidos se producen a poco de que Microsoft vendiera parte de su equipo Bing a Uther.

De ahora en adelante, Microsoft anunció que se dedicará a aquello que sabe hacer bien, el ecosistema Windows y software en general y reducirá bastante la fabricación de dispositivos móviles.

Por su parte, Nokia pretende regresar al negocio de los teléfonos móviles con la búsqueda de un socio que se haga cargo de la fabricación, las ventas y la mercadotecnia de los aparatos que lleven su marca.

"Vamos a buscar al socio adecuado que puede asumir el trabajo pesado y colaborar estrechamente con nosotros para ofrecer un gran producto", subraya la empresa en un comunicado, en la que recuerda que, como acordó con Microsoft cuando le vendió su división de móviles, no podrá entrar en ese mercado antes del cuarto trimestre de 2016.

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