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Los tres casos que impactan en los precios uruguayos

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La inflación cerró 2018 en 7,96% y continuó casi un punto por fuera del rango meta. Foto: F. Ponzetto

TEMA DE ANÁLISIS

En la productividad y en cosas que son importantes para la gente hay cambios que hacen que el IPC tradicional se aleje de la medida óptima, explican los expertos.

La inflación del año terminado en octubre superó el 8% anual e ingresó en la parte alta del rango implícito que caracterizó a la última década, con oscilaciones entre el 7% y el 9%. La inflación en nuestro país es alta para lo que está ocurriendo en todo el mundo pero no llega a los niveles de escándalo de Argentina y mucho menos los de Venezuela. Tampoco es acorde con el compromiso del Banco Central (BCU), aunque no llega a distorsionar el funcionamiento de la economía pues tiene un desvío previsible.

En esta tendencia del nivel general de precios sobresalen algunos rubros puntuales que por su peso en la estructura de gastos de los hogares vale la pena analizar por separado a la luz de los cambios que están experimentando sus mercados en los últimos tiempos. Incluso, todo indica que ya es tiempo de una actualización en la canasta que mide el Índice de Precios del Consumo (IPC), que data del año 2005. Los casos puntuales a considerar son el precio de la carne, el impacto del precio del petróleo y los cambios tecnológicos.

Antes de ingresar en cada uno de ellos es bueno poner un poco de contexto global. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé para el 2020 una inflación del 1,8% para las economías avanzadas y del 4,8% para las emergentes y en desarrollo. En un contexto en el que las tasas de interés en las economías avanzadas son muy bajas se producen movimientos de capitales hacia los países en desarrollo en la búsqueda de rendimiento. Esto lleva al ingreso de capitales y el financiamiento de bienes no transables y gasto público que termina pegando en la inflación por un lado y en el atraso cambiario por otro.

Uno de los elementos fundamentales en esta variación un poco más alta que lo esperado es el caso de la carne. El incremento que registra su precio se debe a un tema de demanda y otro de oferta. Del lado de la demanda el mercado chino está pidiendo mayores cantidades de carne vacuna frente a la crisis provocada en la oferta local por la fiebre asiática que afectó a los cerdos. Del lado de la oferta, se nota un faltante de ganado para faenar luego de las exportaciones de ganado en pie en los años anteriores.

Carnicería: cada comercio trasladará la baja en forma diferente. Foto: archivo El País
Carnicería. Foto: Archivo El País.

La carne no es un rubro más dentro de los que se relevan a los efectos de la medición de la variación del IPC. En primer lugar, debido a la alta participación que tiene en el gasto de los hogares. Por otro lado, su carácter exportador dependiente del precio en el mercado internacional lo hace muy dependiente de las oscilaciones del precio internacional. Si se compara la variación del precio de la carne con el promedio general de los precios al consumidor desde el año 2012 se observan períodos en los que los aumentos son más intensos y otros que terminan siendo más débiles.

Las oscilaciones de estas diferencias en términos anuales se encuentran en el orden del 5%. Esto quiere decir que hay períodos de uno o dos años donde el precio de la carne vacuna aumenta en el orden de 5 puntos porcentuales más que la inflación (se encarece relativamente) y otros en los que la diferencia es negativa en 5 puntos (se abarata). Entre el año 2012 y mediados del 2014 la carne mostró variaciones de precio por debajo de la inflación. Se recupera de mediados del 2014 a fines del 2015 y vuelve a caer en el 2016 hasta septiembre de 2017. Desde ese momento y hasta mayo del presente año la variación fue bastante similar a la del IPC pero en los últimos cuatro meses hay una aceleración. En octubre la diferencia entre los dos índices es del 19%.

Lo que sucede con la carne vacuna es excepcional y a nivel de la inflación en su conjunto se compensa un poco con lo que sucede en otros precios. Uno de los que sobresale es el precio del petróleo y su incidencia en los combustibles que se venden en plaza. Se trata de un rubro totalmente importado y dependiente del precio en el mercado internacional que también participa en un porcentaje importante en la estructura de gasto de las familias. En este caso hay que considerar además el impacto indirecto que tiene por afectar muchas cadenas de valor por el lado del transporte.

Este precio también muestra oscilaciones en la diferencia con el índice general de precios. En el 2013 estuvo por debajo, al igual que en 2015 y 2016. Más recientemente, se observó un alza en la primer mitad del año pasado que no se sostuvo y por lo tanto en esta segunda mitad del 2019 se está viendo una evolución por debajo del IPC.

Petróleo. Foto: Pixabay
Pozo petrolero. Foto: Pixabay

Tanto el precio del petróleo como el de la carne forman parte del grupo de precios de bienes transables internacionalmente que se ven impactados por la evolución del tipo de cambio. En este caso la región nos está impactando fuerte por las devaluaciones en Argentina. El ajuste macroeconómico que debe hacer este país a partir de ahora no da muchas esperanzas de que sus precios se puedan recuperar y eso a la larga arrastra a Uruguay a niveles de equilibrio con tipo de cambio real más alto. O sea con carne y combustibles más caros.

Finalmente, unas palabras sobre la tecnología y el IPC. Es un tema de discusión a nivel global debido a que hay cambios que generan bajas en los precios de bienes industrializados y ahora en algunos servicios. También en la productividad y en las cosas que son importantes para la gente hay cambios que hacen que el IPC tradicional se aleje de la medida óptima de la inflación.

Solo con observar el IPC actual de nuestro país basta para comprobar que hay rubros que ya no hacen sentido, incluso en el renglón de servicios. Hoy medimos la inflación considerando el servicio de telefonía fija, los teléfonos públicos y el acceso a internet en cibercafé. Estos servicios se sustituyen por nuevos productos que no ingresan en la encuesta y por lo general tienen precios por unidad de prestación que son muy inferiores. Sin olvidar los cambios que se están procesando en el transporte, con una tendencia creciente hacia vehículos eléctricos.

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