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Las advertencias de las calificadoras ante el déficit

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Déficit fiscal

LOS INTENTOS POR BAJARLO

El relajamiento de las metas y la credibilidad de las mismas bajo la lupa.

El dilema estuvo planteado para el gobierno desde la Rendición de Cuentas pasada (correspondiente a 2016): ¿elevar el gasto para cumplir los compromisos políticos o dedicarse a bajar el déficit fiscal?. El año pasado ganó la política y este año también (en ambos se aumenta el gasto) y la baja proyectada del déficit es cada vez más gradual y la realidad ha superado las metas.

En la Rendición de Cuentas proyectada, se eleva la meta de déficit fiscal: para fin de este año pasa de 2,9% del Producto Interno Bruto (PIB) a 3,2% del PIB y para fin de 2019 ya no prevé que baje a 2,5% del Producto (como en la ley de Presupuesto y la Rendición 2016), sino que disminuya a 2,9%. A un déficit de 2,5% del Producto recién se llegaría a fin de 2020.

Uruguay puede financiar su déficit con endeudamiento y actualmente no tiene problemas de acceso a los mercados. Para eso, entre otras cosas, ayuda el grado inversor que las calificadoras de riesgo (en tres de cinco un escalón por encima del mínimo) le dan a la deuda uruguaya.

"Eso (el grado inversor) se refleja obviamente en menores costos de financiamiento, y eso es lo que hay que cuidar", había dicho el 8 de marzo a El País el jefe de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía, Christian Daude.

Pero la persistencia del déficit puede generar dificultades.

Las calificadoras de riesgo ven difícil que el gobierno cumpla las nuevas metas fiscales (algunas directamente no lo creen posible) y señalan los inconvenientes que eso puede traerle a Uruguay. Eso es lo que dicen cuatro de las cinco agencias consultadas por El País.

El más contundente fue el analista de FitchRatings Todd Martínez: "las nuevas metas también parecen difíciles de alcanzar en este momento, ya que no hay un plan concreto de consolidación y los factores cíclicos parecen poco alentadores. Vemos poco probable que el crecimiento (de la economía) mejore los ingresos en gran medida, el ciclo electoral podría poner más presión en los gastos, y el precio del petróleo ahora está dejando de jugar a favor de las arcas públicas".

Para Michael Heydt de la calificadora DBRS, "los objetivos de déficit del gobierno siempre parecían algo optimistas dada la trayectoria del gasto obligatorio (pensiones y salarios que ajustan automáticamente). En ese sentido, la decisión del gobierno de revisar los objetivos no es sorprendente. Sin embargo, el nuevo plan fiscal aún parece desafiante, particularmente en medio de los mayores precios mundiales del petróleo y un crecimiento potencialmente más débil en Argentina y Brasil".

Tanto Fitch como DBRS califican a Uruguay como BBB-, la menor nota dentro del grado inversor.

El analista de Moodys, Renzo Merino señaló que "en parte estos nuevos objetivos reflejan un contexto macroeconómico menos favorable del que se esperaba hace unos meses, explicado, entre varios factores, por los eventos que han afectado a la economía argentina y el impacto sobre la economía uruguaya". De todas maneras, dijo que la agencia "tendrá que esperar a que se haga pública la Rendición de Cuentas para poder determinar cómo estos cambios en los objetivos del déficit fiscal afectarían las cuentas del gobierno central consolidado, el cual utilizamos para nuestro análisis de la calificación soberana".

En tanto, Marina Neves analista de Standard & Poors (S&P) afirmó que la Rendición de Cuentas sigue siendo "procíclica, en particular debido al mayor crecimiento económico y un escenario político y fiscal más complejo. El gobierno no tiene el espacio fiscal para emprender medidas fiscales significativas al aproximarse las elecciones, dadas las rigideces presupuestales de los desembolsos obligatorios".

¿Hay alarma?

La pregunta clave a las calificadoras es si Uruguay arriesga una baja de la nota de la deuda al no cumplir las metas fiscales en años consecutivos y no haber perspectivas de que lo haga (según la propia opinión de las agencias).

"El relajamiento de las metas fiscales no amenaza nuestra calificación BBB- necesariamente, sino que pone en relieve debilidades ya incorporadas en la calificación, como baja credibilidad fiscal y alta rigidez presupuestal. Hace tiempo que hemos proyectado que el gobierno no iba a alcanzar las metas", afirmó Martínez de Fitch. "Sin embargo, si la trayectoria del déficit continúa siendo revisada así al alza, complica las perspectivas para estabilizar el alto ratio deuda/PIB, y podría poner presión a la baja en la calificación", advirtió.

Según Heydt de DBRS, "el ritmo más lento de la consolidación fiscal no ejerce ninguna presión inmediata sobre las calificaciones soberanas. Sin embargo, las calificaciones de Uruguay dependen de un esfuerzo sostenido para frenar la trayectoria del gasto actual en el mediano plazo".

Para Merino de Moodys "más allá del impacto que podrían tener los nuevos objetivos de déficit fiscal sobre los ratios de deuda del gobierno, creemos que en el mediano plazo Uruguay deberá enfrentar los desafíos, que se elevarán si no se atiende a las presiones que causarán los gastos de pensiones y otros compromisos sociales. A su vez, esto pondría presiones negativas sobre la calificación de Baa2" (un escalón por encima del mínimo del grado inversor).

Neves de S&P apuntó que "la perspectiva estable sobre la calificación soberana contempla el persistente déficit público uruguayo y la expectativa de que se disminuya gradualmente".

Grado inversor: ¿para qué sirve?

A Uruguay le llevó 10 años recuperar el grado inversor de su deuda, desde que Standard & Poors (S&P) fue la primera calificadora en sacárselo el 14 de febrero de 2002, hasta que fue también la primera en devolvérselo el 4 de abril de 2012. El grado inversor permite pagar un interés menor cuando se emite deuda comparado con países que no ostentan esa nota. Permite diversificar la gama de inversores institucionales que pueden comprar deuda uruguaya. Es que hay fondos de pensión estadounidenses y europeos que solo pueden comprar títulos de países con grado inversor. Algunos incluso requieren que las tres calificadoras "grandes" (S&P, Moodys y Fitch) lo otorguen. También es una suerte de "sello" a la hora de atraer inversión extranjera directa.

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