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Año 1840: una Sudamérica rica atraía europeos

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Este hermoso transatlántico francés de pasajeros y carga inauguró el muelle B. Foto: Archivo

Por aquel tiempo el continente sudamericano, donde predominaba el idioma español, era bien conocido en Europa desde el punto de vista político y comercial

En nuestra nota anterior nos referimos a cómo veían los europeos a Sudamérica en 1825 como plaza para invertir, lugar para residir, su ambiente social, empresariado, seriedad de negocios, tributación, seguridad, y aunque ya tenían muchos informes previos de estos países, Argentina, Uruguay y Paraguay que eran de lo mejor y como lo cuenta la historia, los primeros intercambios comerciales tal como lo hicieron los fenicios, fueron realizados por los armadores navieros que asumiendo grandes riesgos y desafíos mandaron sus barcos a estas latitudes.

Ellos fueron los que trajeron las nuevas corrientes comerciales, los intercambios culturales y a los inmigrantes con visiones renovadoras. Fueron los barcos los agentes de cambio, y los hubo también independientes cuyos dueños eran los propios capitanes que con prudencia se lanzaban a su propia suerte. Pero independientes o regulares, el negocio era llenar las naves con atrayentes mercaderías y de audaces inmigrantes y allá iban a la aventura hacia Montevideo. Algunos barcos con la bandera de Hannover, de Dantzig, de Barcelona muchísimos, aunque la mayoría de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y España. Nuestra opinión es que estos países estaban ya permeados desde tiempo atrás a lo europeo en sus habitos, educación, cultura y costumbres.

Abundante bibliografía extranjera, local y sobre todo los informes de los capitanes de los barcos visitantes alimentaban los centros comerciales y empresariales de Europa. Fueron también valiosas fuentes de información los agentes comerciales especiales europeos instalados en estos países. De manera que sabían todo de nosotros y tan pronto se fueron los españoles comenzaron sus proyectos de inversión e instalación en estos países, aunque algunos muy temprano en la historia ya se habían establecido como representantes comerciales de sus industrias o casas comerciales. Creemos que los primeros en instalarse fueron las ferreterías navales para atender los barcos que escalaban en Montevideo. Muchos barcos independientes habían realizado viajes experimentales con inmigrantes e incluso habían traído herramientas de labor. Así que por el año 1859 comenzaron a organizar sus líneas navieras en forma regular al Río de la Plata. Había carga, estaban los viajeros, eramos países estables. Si serían importantes estos países que de las 20 principales líneas navieras del mundo en el transporte de cargas, 14 de ellas habían establecido una línea regular a esta parte del mundo, a Montevideo y Buenos Aires.

Por aquel tiempo el continente sudamericano, donde predominaba el idioma español, era bien conocido en Europa desde el punto de vista político y comercial, donde Argentina y Uruguay gozaban de alto prestigio institucional. Pero básicamente no ignoraban la riqueza ganadera, la industria de los cueros y los potenciales recursos naturales, así que carga había. De manera que aquellos informes estimularon a todos los competidores navieros europeos a organizar servicios marítimos a Sudamérica. Relatan los libros de historia de las viejas empresas navieras que además de transportar la carga, ellos promovían los contactos entre importadores y exportadores y generaban negocios. Contrariamente a lo que se decía en tiempos pasados que estamos muy lejos del mundo y que por aquí no pasa nadie, bueno, los barcos de 16 empresas navieras del mundo venían al Río de la Plata y estamos hablando del año 1867. Obviamente su gran atractivo eran las colosales producciones de Argentina en carne, cueros y los granos, o sea el trigo. Con los barcos de aquellos países comenzaron a llegar a nuestras tierras los industriales, los banqueros, comerciantes, inversores e inmigrantes quienes en forma masiva se vuelcan sobre este verdadero Eldorado. Los gobiernos sudamericanos con apoyo financiero comienzan a procesar una innovadora política desarrollista para atraer inmigrantes, y así de 1850 a 1900 la América española ve aumentar su población en un 100 por 100 y la de Brasil en un 150 por ciento.

Uruguay.

Veamos a Uruguay, un país diferente de los otros, donde ya había una tendencia franco-española. Los últimos años de la dominación española influyeron fuertemente en los cambos intelectuales de los montevideanos: más que a las manualidades había una mayor inclinación hacia las expresiones culturales. Abundaban los los centros intelectuales de extracción francesa y española, y también las academias que enseñaban idiomas. Pero fue a partir del mediodía del 23 de junio de 1814, cuando las tropas al mando del mariscal Vigodet transpusieron el portón de la Plaza es que vino el gran cambio cuando había terminado el dominio español en la Banda Oriental.

En 1837 el Presidente Oribe funda la Universidad de la República. A mediados de ese año llegaba por primera vez a España un buque con pabellón uruguayo, el “Eolo” (no era el famoso barco de pasajeros) cargado de cueros, y en el acto el gobierno español publicó, a pedido de Oribe una real orden abriendo los puertos de la península a los barcos uruguayos. Pensamos que este territorio por sus características físicas complacientes para recorrerlo a caballo sin problema y por su pequeñez geográfica, no era ideal para imaginar un país industrial sino un espacio para el desarrollo de las letras y la cultura de lo cual se jactaban los montevideanos.

Decenas de barcos de todas las banderas salían casi semanalmente de nuestro puerto cargados con cueros salados que producían en nuestro litoral y en Montevideo centenares de importantes y prestigiosos saladeros, y también salían miles de quintales de tasajo a Cuba, Brasil, y otras partes del Caribe de cuyo producto también se aprovisionaban los barcos que escalaban en el puerto. Montevideo era desde 1835 un activo puerto con una muy protegida rada que incluso manejaba la carga que iba para Buenos Aires, aquí se hacían los transbordos pues enfrente no había profundidad para aquellos barcos tan calones. La población en gran parte obtenía sus ingresos de los servicios, una actividad portuaria de la que se había hecho experta, actividad marinera de una flota fluvial de más de mil embarcaciones y de los ferrocarriles. Muy entrado el siglo XIX teníamos dos diques: el Cibils y el Mauá. Según un censo de 1850 había 114 casas mayoristas que eran representantes de empresas internacionales o introductores de las mercaderías de importación, y había 1769 comercios minoristas en todo el país.

Pero también ya en el año 1793 había “bagayeros y contrabandistas”, según información oficial.

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Este hermoso transatlántico francés de pasajeros y carga inauguró el muelle B. Foto: Archivo

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