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Aranceles que paga Uruguay recaen sobre el exportador

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En la última década Uruguay se estancó en crear políticas de inserción comercial. Foto: G. Pérez

Tema de análisis

La escalada en la disputa comercial entre Estados Unidos y China arroja cada vez mayor incertidumbre sobre la marcha futura del comercio internacional. Se trata de las dos potencias económicas más importantes del planeta, que por su propio peso inciden en el desempeño económico global.

Dada la magnitud de las corrientes bilaterales de comercio entre los dos colosos, las trabas que se impongan mutuamente afectarán las corrientes globales de comercio, al no ser tan sencillo reorientar los flujos afectados a otros mercados sin afectar a terceros. Sin mencionar los impactos que puedan darse en los precios internacionales, todo lo cual puede llevar a la adopción de medidas de carácter proteccionista en los países que se vean afectados.

En este marco de proteccionismo e incertidumbre creciente, para economías pequeñas como la uruguaya la mejor opción es ir contra corriente y asegurarse el mejor acceso posible a la mayor cantidad de mercados. Ello mejoraría la rentabilidad del sector exportador ya que sobre él recae el peso de los aranceles que se pagan en los mercados de destino.

En este contexto bajo la presidencia de Uruguay se llevó a cabo una reunión extraordinaria de los presidentes del Mercosur en la ciudad de Nueva York, en el marco de la Asamblea anual de las Naciones Unidas. En dicha reunión los presidentes encomendaron a sus cancilleres que avancen en las negociaciones para cerrar un acuerdo con la Unión Europea (UE).

La lógica del mandato es muy clara y va a tono con las necesidades de los países del bloque. No es otra que lograr accesos en condiciones preferenciales a un bloque que, en términos del Producto Interno Bruto (PIB) supera a las economías estadounidense y la china.

Por cierto que las negociaciones no son fáciles. Prueba de ello es el tiempo transcurrido desde que comenzaron allá por el año 1999, casi 20 años atrás. Intereses cruzados, dificultades internas y desconfianzas recíprocas explican el escaso avance alcanzado a lo largo de estos años.

Pero como sucede en toda negociación, ninguna parte obtiene todo lo que fue a buscar, sino que el éxito consiste en arribar a un acuerdo donde el nivel de insatisfacción de cada una de las partes sea el menor posible.

Al momento las diferencias para alcanzar un acuerdo son importantes. El propio canciller Rodolfo Nin Novoa lo manifestó expresamente pocos días atrás al finalizar una nueva ronda de negociaciones que se realizó en Uruguay. Desde nuestra perspectiva, las mayores dificultades radican en los cupos que la UE está dispuesta a liberar para el ingreso de productos de base agropecuaria libres de aranceles a dicho mercado, los que son considerados insuficientes.

Pese a ello, la voluntad política por alcanzar un acuerdo se mantiene intacta, lo que obligará a agudizar el ingenio de los negociadores en aras de alcanzar el objetivo trazado.

No se trata de firmar cualquier acuerdo, pero lograr el acceso a la mayor cantidad de mercados en vital para una economía pequeña como la uruguaya. Más allá de lo que nos pueda decir el sentido común, de que la ampliación del mercado permite acceder a una demanda mayor y por ende aumentan las posibilidades de realizar negocios, la realidad confirma con hechos concretos las bondades del acceso en condiciones favorables.

En el marco de las disputas comerciales entre Estados Unidos y China, ante la suba de aranceles del primero a los productos provenientes del gigante asiático, China reaccionó elevando al 25% los aranceles a la importación de soja desde aquel país.

China es el gran consumidor mundial de soja. Su producción interna es insuficiente y debe importar más de 90 millones de toneladas anuales de la oleaginosa. Se abastece en todo el mundo, pero los dos grandes proveedores son Estados Unidos y Brasil con más de 30 millones de toneladas cada uno. De hecho, estos países son los principales productores mundiales.

El impacto inmediato de la aplicación de aranceles a la soja estadounidense fue el de un descenso del precio que reciben los productores de ese país. La brecha existente frente al precio que reciben los productores brasileños es prácticamente equivalente al arancel existente.

Sin entrar a analizar las acciones que emprenderán los productores estadounidenses para compensar los efectos negativos del arancel, el hecho concreto es que en el caso de los commodities, el peso del arancel recae sobre el productor, que ve mermado así sus ingresos.

Dada la estructura de exportaciones de Uruguay, lo anterior es un aspecto crucial, máxime en momentos como el actual en el que la competitividad del sector exportador se encuentra comprometida. En tal sentido, evitar el pago de aranceles es fundamental, ya que mejora la rentabilidad de los exportadores y con ello las posibilidades de incrementar la inversión y el empleo.

Máxime cuando en varios de los mercados en los que trabajosamente ingresan los productos uruguayos previo pago de aranceles, países competidores directos colocan sus productos libres de todo gravamen.

Es por todo ello que el país no debe ahorrar esfuerzos en la búsqueda de mejores condiciones de acceso de su producción a la mayor cantidad posible de mercados. Con la UE y si fuera posible con el resto del mundo.

El gran acuerdo que tiene firmado Uruguay en la actualidad es el Mercosur. Hacia allí se dirige poco más de la cuarta parte de las exportaciones totales de bienes. Es un mercado relevante, pero al mismo tiempo por ser formalmente una unión aduanera, en los hechos está frenando las posibilidades de que Uruguay firme acuerdos bilaterales extrarregión. Al igual que acontece con las negociaciones en curso con la UE, también al interior del Mercosur Uruguay necesita negociar con ingenio para lograr una mayor apertura del bloque que permita incrementar las corrientes comerciales con el resto del mundo.

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