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Choque de visiones: ¿desdolarizar la economía uruguaya o llevar la dolarización actual al extremo?

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Productos a la venta con carteles de precios en dólares en locales comerciales de Montevideo. Foto: Estefanía Leal
Productos a la venta con carteles de precios en dolares en locales comerciales de Montevideo, nota por dolarizacion del mercado uruguayo, ND 20210305, foto Estefania Leal - Archivo El Pais
Estefania Leal/Archivo El Pais

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Los dos puntos de vista se presentaron ayer en el seminario virtual organizado por la Academia Nacional de Economía (Acadeco), “¿Desdolarización o dolarización?”.

Desde una dolarización extrema, hasta una desdolarización de la economía uruguaya, fueron las dos visiones que se presentaron ayer en el seminario virtual organizado por la Academia Nacional de Economía (Acadeco), “¿Desdolarización o dolarización?”.

El evento tuvo como oradores al socio de Vixion Consultores, Aldo Lema, y al expresidente del Banco Central (BCU), Juan Carlos Protasi.

El BCU ha planteado una estrategia para desdolarizar la economía uruguaya (por los efectos negativos que tiene la dolarización) y llegar a una moneda nacional de calidad. En ese sentido,ha mantenido reuniones con varias cámaras y asociaciones empresariales.

“La dolarización emergió como mecanismo de protección contra la inflación y las devaluaciones cambiarias derivadas de desequilibrios crónicos, que tenía Uruguay”, explicó Lema.

El economista, en línea con lo que ha planteado el BCU en un documento, señaló que la dolarización tuvo sus costos, como un menor crecimiento económico, mayor volatilidad del crecimiento y menor autonomía monetaria.

“En la medida que ha habido un subdesarrollo de mercados financieros en pesos, ha significado menor crédito para empresas y para las personas. Además, las empresas han aumentado la liquidez en dólares como un mecanismo de cobertura. Facturan localmente en dólares y han hecho cambios en el manejo de inventario. En definitiva, el crédito que las empresas tienen es mucho menor del que pudieran tener, si aquellos sectores que tienen descalces -porque una una parte importante de sus ingresos son en pesos- tuvieran disponibilidad de financiamiento en pesos o Unidades Indexadas (UI) a la inflación”, sostuvo Lema.

A su vez, agregó que “ha sido una mala estrategia el estar dolarizado desde el punto de vista del ahorro. Ha sido solo dos veces una buena estrategia tácticamente en la crisis de 1982 y en la crisis del 2002, pero aun incluyendo esas crisis, la tendencia desde hace 50 años a tener ahorros en dólares, desde el punto de vista de la inversión ha sido una descapitalización significativa, por la inflación en dólares”.

En tanto, señaló que para desdolarizar la economía, se requiere la “mantención, profundización e innovación en ciertas políticas”.

Con respecto a la “mantención”, destacó que “la introducción de la UI fue un acierto, la propusimos en 1997 y después fue adoptada hacia el 2002-2003, se mantuvo en los gobiernos siguientes y además se profundizó usando la desdolarización de la deuda pública. La introducción de la UI, permitió su uso en el crédito y la deuda pública”.

“Pueden plantearse políticas de desindexación en mercados de bienes, servicios y factores productivos, pero debe mantenerse la indexación financiera, para mayor desarrollo del mercado de capitales de largo plazo”, agregó Lema.

En cuanto a la profundización, destacó la reconstrucción adicional de los mercados en pesos. “Hemos llegado a colocar (deuda a nivel global) a 10 años, si en el futuro la inflación baja, podremos colocar a más largo. Ahí, con la mantención además de sistemas institucionales en lo financiero, tanto el rol que tienen las AFAP como algunas compañías de seguros, permiten que tengamos un mercado de crédito a largo plazo, que de otra manera no los tendríamos”, sostuvo .

Mujer contando dólares. Foto: Reuters
Mujer contando dólares. Foto: Reuters

“Una condición necesaria para seguir desdolarizando es lograr una moneda de calidad. El BCU debe consolidar un régimen verdadero y creíble de metas de inflación, con la convergencia en 3% (hemos tenido entre un 8% y 10%). Esto estimularía a la larga la desdolarización y además permitiría una mayor flexibilidad cambiaria”, concluyó.

Por otro lado, Protasi, sostuvo que el país va a seguir dolarizado “porque no tenemos confianza en el peso”.

“Para desdolarizar, el dólar debería bajar o permanecer estable. Mientras dure la confianza, emitir deuda puede mantener estable o hacer bajar el tipo de cambio y la inflación. Pero esto tiene sus costos y riesgos. La deuda continuará aumentando de modo explosivo, por la indexación y se ensanchará la brecha con el tipo de cambio de equilibrio”, señalo.

En los últimos cinco años, la deuda en UI aumentó de 40% a 60%, debido a que “las tasas en pesos que paga el BCU, no compensan las expectativas inflacionarias”. A su vez, la dolarización aumentó de 40% a 60% y la pesificación de los créditos aumentaron de 43% a 50%.

“En las condiciones actuales, parece difícil que la deuda pública pueda bajar a un nivel que permita holgura al manejo macrofinanciero. La situación financiera del país era muy mala ya desde antes de asumir la actual administración”, destacó Protasi.

A su vez, señaló que “es difícil que el sistema político y los sindicatos acuerden bajar el gasto público”.

En tanto, marcó que la dolarización aporta credibilidad y previsibilidad, aunque tampoco se dan las condiciones ideales para dolarizar al extremo.

Según Protasi, habría beneficios en la dolarización extrema, como que la conversión de la base monetaria a dólares, cambiando los pesos por las reservas internacionales, hace desaparecer el riesgo de devaluación. A su vez, la tasa de interés doméstica sería igual a la externa más el riesgo país y la oferta de dinero se determinaría por el saldo de la balanza de pagos.

También señaló que resultaría más difícil aumentar el gasto público y habría un tipo de cambio más estable.

Por último, señaló que los perjuicios de una dolarización extrema serían la pérdida de soberanía monetaria, la pérdida de hacer política contracíclica y que no habría prestamista de última instancia.

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