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¿El coronavirus puede ser un punto de inflexión contra el populismo?

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Walter Molano, economista jefe del Banco BCP Securities. Foto: Archivo El País

ANÁLISIS

“Una de las verdades oscuras del nuevo coronavirus es que no puede ser manipulado” y por eso “puede marcar un punto de inflexión contra el populismo”.

El populismo es una apelación al mínimo común denominador. No es una ideología o un conjunto de valores o incluso una forma de pensamiento. Es un mecanismo para extraer el apoyo político de las masas. En una era de comunicación masiva, con canales como Facebook y Twitter, es una forma efectiva de agregar apoyo generalizado.

Los líderes modernos de todo el mundo desarrollado y en desarrollo lo han utilizado con éxito. Desde Vladimir Putin y Donald Trump, a Hugo Chávez y Álvaro Uribe, hasta Recep Erdogan, los individuos insípidos han podido reunir a las masas apelando a sus instintos más básicos.

Sin embargo, el brote del nuevo coronavirus puede marcar una encrucijada importante para el populismo. Por un lado, puede ser un punto focal importante para reunir más apoyo para ideas ignorantes. Por otro lado, puede ser una situación que haga alienar a los pobres o brinde la oportunidad de demostrar los horrendos costos de la incompetencia banal.

Una de las verdades oscuras del nuevo coronavirus es que no puede ser manipulado. Los intentos de ignorarlo, en países como Estados Unidos, México y Brasil, han tenido consecuencias desastrosas. Los epidemiólogos sostienen que la lenta reacción del presidente Trump ante el brote del coronavirus fue la razón principal por la que golpeó a los Estados Unidos con tanta fuerza. Brasil y México se han convertido en los nuevos puntos focales de la pandemia, luego de que sus respectivos líderes minimizaran el impacto de la enfermedad. No sorprende que Trump, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador sean los líderes de estos tres países.

Es el resultado natural que ocurre cuando una sociedad sufre un golpe devastador en sus valores y sistema de creencias. Estados Unidos ya había sufrido varios reveses con la pérdida de la guerra de Vietnam y la destitución del presidente Richard Nixon, pero la devastación económica de la crisis financiera de 2008 destrozó la credibilidad del público en su envidiable modelo económico. Asimismo, el colapso del PRI, el partido político que definió a México durante la mayor parte del siglo XX y su incapacidad para recuperar su autoridad, fue un golpe directo a la esencia de la nación. Por último, la corrupción descarada bajo el mando del Partido de los Trabajadores evaporó la confianza de Brasil en la democracia. Por lo tanto, no fue sorprendente que en el vacío aparecieran líderes populistas que ignoraran las instituciones existentes y tomaran todo el poder en sus propias manos al controlar y dictar la narrativa.

Sin embargo, este es un virus que no puede ser manipulado. Es por eso que puede marcar un punto de inflexión contra el populismo. A los gobiernos que han abordado el problema desde una perspectiva institucional les ha ido bien.

La mayoría de los líderes populistas obtienen su apoyo político de los pobres, pero ellos son los que más han sufrido. Esta es otra razón por la cual los populistas han sido reacios a reconocer la enfermedad.

En un intento por limitar la propagación, el presidente argentino, Alberto Fernández, se vio obligado a utilizar sus fuerzas de seguridad para cerrar uno de los barrios marginales más pobres de la provincia de Buenos Aires. La ironía aquí es que estas son las mismas personas que hace seis meses llevaron al presidente Fernández al poder.

Sin embargo, el surgimiento del populismo no debería sorprendernos. Fue pronosticado por dos de los principales filósofos del siglo XX, Leo Strauss y Hannah Arendt. La desaparición del sistema de valores provocado por la Ilustración y el surgimiento del liberalismo crearon un vacío que los charlatanes oportunistas podrían llenar fácilmente.

Eso empeoró con el advenimiento del sistema democrático que permitió el gobierno de las masas, un sistema político que fue completamente despreciado por Platón. La esperanza aquí es que el éxito de los líderes con mentalidad institucional en la lucha contra la enfermedad restablecerá la confianza del público en el gobierno y anulará el canto de sirena del populismo.

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