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El difícil reto de combatir el desperdicio de comida

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Del total de alimentos que se producen anualmente en el mundo, casi la tercera parte es desperdiciada. El problema es mayor en los países pobres.

La creciente concentración de la riqueza en una decreciente minoría ha dado lugar a muchos comentarios. El consumo conspicuo, en el que se gastan grandes sumas en bienes superfluos y que tiene por objeto demostrar poder adquisitivo, es menos sencillo de lo que parece.

El gastar cinco mil dólares en una cartera que puede comprarse por la décima parte no deja de tener ventajas económicas, porque da trabajo a gente en varios continentes. Puede haber sido fabricada en Asia, transportada a Europa y reexportada a Sudamérica. Sin embargo, en el caso de los alimentos las cosas son diferentes.

La comida.

Más preocupante en el uso superfluo de la riqueza es el desperdicio de alimentos. Las cifras más recientes de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés) impresionan. Anualmente, casi la tercera parte de los alimentos fabricados en el mundo, que pasa de los 1.300 millones de toneladas, se desperdicia. Simultáneamente, cerca de 800 millones de personas no tienen acceso a la alimentación indispensable.

Estas son cifras que reflejan un desequilibrio intrínseco en los sistemas de producción, distribución y consumo de alimentos. Desgraciadamente, este enorme desperdicio tiene razones muy diversas que lo hacen más difícil de enfrentar de lo que parecería a primera vista.

Probablemente, a la mayoría de los lectores les enseñaron a no dejar comida en el plato. En mis años de colegio uno se podía servir lo que quisiera pero no debía dejar nada en el plato. Si lo dejabas o no te gustaba, lo recibías en la siguiente comida. Y ahora, el hábito de dejar el plato limpio ha quedado en muchas personas, y no solo de mi generación sino de generaciones posteriores.

Efectivamente, lo que queda en los platos en la mayoría de los casos se bota. Las cifras y los motivos varían y reflejan la situación económica de las regiones. Mientras que en Europa se botan 90 kilos por persona al año, en los países industrializados de Asia se botan 80 kilos. En el norte de África y Asia occidental se botan 35 kilos. En América Latina botamos 25 kilos, en el sudeste de Asia 15 kilos y en el África subsahariana se botan 5 kilos. En EE.UU. se botan 110 kilos.

Mientras que los 110 kilos estadounidenses generalmente van a la basura debido a reglamentos sanitarios que impiden su uso para otros fines, los 5 kilos que quedan en el África pobre van a dar a los animales.

En la mayoría de las poblaciones urbanas no existe la infraestructura adecuada, y el desperdicio es total. Hoy más de la mitad de la población humana vive en ciudades, y el desperdicio de lo que queda en los platos va en aumento. Por otra parte, la infraestructura para evitarlo es costosa y hay intereses económicos que prefieren que la comida vaya a la basura para no mermar la venta de alimento para animales.

Desperdicio de la pobreza.

La falta de dinero para crear una infraestructura que reduzca el desperdicio va más allá de los consumidores urbanos. Las cifras de la comida que se pierde en los procesos de producción y distribución son aun mayores. A diferencia de lo que va de los platos a la boca, esta es comida que no llega al consumidor y las pérdidas son mayores en los países pobres por deficiencias en los sistemas de producción, conservación y envase.

En el África subsahariana solo botan 5 kilos al año de todos sus platos, pero en el proceso de producción pierden 155 kilos por persona. En cambio, en Norteamérica y Oceanía botan 110 kilos a la basura, pero pierden 185 kilos por persona en todos los procesos de producción.

Los europeos, más frugales, botan 90 kilos a la basura (un porcentaje va a los animales) y pierden 190 kilos en las etapas de producción y distribución. El récord en la pérdida de alimentos durante la producción y distribución está en América Latina, donde solo botamos de los platos 25 kilos al año, pero perdemos 200 kilos por persona por manejar mal la comida. Los más eficientes en este sentido, a pesar de las ratas y de la extensión de los cultivos, están en el sudeste de Asia, ya que solo pierden 110 kilos al año por habitante en producción, envase y reparto.

Grandes cifras.

Los 1.300 millones de toneladas de comida desperdiciada merecen toda la atención. Desde los países ricos que descartan parte de sus verduras y frutas por razones estéticas hasta los países pobres donde las ratas, la falta de refrigeración y otras deficiencias se llevan parte de su cosecha son parte del cuadro.

En las naciones donde debido al costo del transporte el exceso de producción no puede llegar a los necesitados, frecuentemente se convierte en comida chatarra ofrecida a bajo precio, dando lugar a una epidemia de obesidad.

Por lo pronto, no dejemos nada en el plato, pero además la infraestructura que lleva el producto del campo, del mar o del río al consumidor necesita una revisión. Las cifras de las Naciones Unidas reflejan un problema que ?según muchos? es la base de tantos conflictos bélicos que vemos a diario y cuya cuenta ya hemos perdido.

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Basural. Foto: Flickr

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