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Los impactos de la reciente "suba y baja" del dólar en la economía uruguaya

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El año comenzó muy alterado para el tipo de cambio. Se produjeron fuertes oscilaciones, con subas repentinas al comienzo del año y cuando parecía que así iba a continuar, en las últimas semanas se produce una seguidilla de bajas. Es una situación que hace dudar a quienes tienen que decidir en función de la cotización del dólar a futuro.

Los factores que marcaron tendencia a la devaluación de la moneda nacional siguen presentes. En la medida que no se modifiquen, el escenario a futuro es de un tipo de cambio que en los dos próximos años sube más que la inflación. Pero, no está garantizado que sea una evolución tranquila y sin oscilaciones. Dado este escenario, vale la pena observar los puntos de impactos de la devaluación del peso uruguayo.

El primer impacto es positivo. Ante la pérdida de competitividad que sufrieron los sectores de empresas exportadoras y de competidoras con importaciones, un dólar más alto mejora su margen de rentabilidad. En el caso de los exportadores se debe tomar en cuenta que hay un entorno negativo con la caída de los precios internacionales y el enlentecimiento de la demanda externa.

La historia de la economía uruguaya muestra que en momentos como los actuales en que el Producto Interno Bruto (PIB) se estanca, los sectores exportadores son los que inician la recuperación de la economía y que resulta fundamental el estímulo de un tipo de cambio más competitivo.

Pero este es un proceso lento que demora en consolidarse y derramar al resto de la economía. Mientras tanto la suba del tipo de cambio impacta sobre la inflación, que por segundo mes consecutivo se encuentra por encima del 10%. La suba del dólar presiona al alza a los bienes transables (aquellos que se comercian con el exterior), que cuestan más medidos en pesos. Si bien no es la única causa del aumento generalizado de los precios, subas importantes como las observadas en el primer trimestre repercuten puntualmente sobre los precios, lo que se ve reflejado en el Índice de Precios del Consumo (IPC).

La trayectoria al alza del tipo de cambio también impactará en la deuda del sector público. El estancamiento de la economía resiente la recaudación y agrava la situación fiscal. Para cerrar esa brecha uno de los caminos es recurrir al endeudamiento. Las proyecciones de la Unidad de Deuda del Ministerio de Economía y Finanzas para el presente año establecen que el gobierno central emitirá títulos por US$ 1.500 millones, recibirá desembolsos de organismos internacionales por US$ 500 millones y amortizará deuda por US$ 600 millones. O sea que su deuda aumentará en US$ 1.400 millones, trepando a US$ 24.500 millones a fin de año.

Un primer indicador para analizar la sostenibilidad de la deuda es compararla con el PIB, una aproximación al esfuerzo productivo necesario para pagarla.

Suponiendo que la economía no crezca este año y que continúe el ajuste de precios relativos, medido en dólares el PIB se situará levemente por debajo de los US$ 50.000 millones. En el año 2014 el PIB medido en dólares ascendió a US$ 57.500 millones.

El primer comentario es que en dos años el ingreso global de los uruguayos caerá en US$ 7.500 medido en dólares. Somos más pobres en esa moneda y por consiguiente nuestra capacidad de gastar en ella disminuye. El descenso en las ventas de automóviles, la disminución de los viajes al exterior y de las importaciones en general es un reflejo de ello.

Al caer el PIB en dólares y aumentar la deuda en dólares, se incrementa el peso relativo de la misma. En 2014 el endeudamiento del gobierno central era equivalente al 37% del PIB; al finalizar este año se situará en el 50%.

Por cierto que el gobierno cuenta con activos de reserva que llegado el caso le permiten saldar parte de esa deuda. Si se los depura del total, resulta la deuda neta que es un indicador más adecuado para medir su peso relativo. En 2014 la deuda neta se situó en el 33% del PIB, y treparía el 45% en este año.

El mayor peso de la deuda viene acompañado de un cambio en su composición. En los últimos años, asociado al descenso del dólar el gobierno se financió emitiendo deuda en moneda nacional, la que llegó a representar el 55% de sus obligaciones totales en el año 2012. Desde entonces, coincidiendo con la suba del dólar dicho porcentaje se redujo hasta el 45% a fines del pasado año.

De la nueva deuda proyectada para el presente año, la mayor parte de ella es en moneda extranjera, por lo que elevará aún más el peso de las obligaciones en divisas externas a niveles cercanos al 60%.

El mayor peso de la deuda y su dolarización son señales de alerta que miran las agencias calificadoras de riesgo. Uruguay no corre peligro en el momento de perder su grado de inversión. Pero la tendencia favorable hasta el año 2014, que le permitió subir dos escalones en el club de los países confiables se revirtió.

Ello exige un manejo cuidadoso de las finanzas públicas cuyo resultado es en última instancia el determinante de la deuda.

Asimismo, el manejo de la deuda pasa a ser un tema más delicado que en el pasado, y de ahí la preocupación del presidente de la República, Tabaré Vázquez en su última alocución en cadena nacional.

También impacta la volatilidad del tipo de cambio. El dólar llegó a valer poco más de $ 33 en pizarras en un momento en el que la coyuntura internacional fue muy particular, con temores sobre la marcha de la economía china. En la medida que los temores se fueron disipando y la Reserva Federal (Fed) pospuso la suba en la tasa de interés se produjo un alivio de la presión internacional sobre el dólar, que retrocedió en el mercado internacional, no siendo Uruguay la excepción.

A futuro vamos a seguir viendo un mercado con oscilaciones, algunas por condiciones de mercado y otras por la intervención directa de los gobiernos. Ello genera incertidumbre e impone un desafío al Banco Central que deberá monitorear permanentemente el mercado cambiario, interviniendo para suavizar alteraciones bruscas.

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