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Montevideo nació Puerto libre y de tránsito

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Proyectan que la economía crezca 3% este año y 3,1% el siguiente. Foto: G. Pérez

MARÍTIMAS

Rivera, Oribe y Lavalleja apoyaban la actividad portuaria.

Por vocación portuaria nuestro punto de referencia será siempre la designación de Montevideo como Apostadero Naval de la Gran Armada Española en 1776, tiempos del rey Carlos III, y a partir de ahí Montevideo no será el puerto de aquel territorio apenas poblado, sino un estacionamiento logístico del imperio.

El hecho es que a lo largo de la costa atlántica de Sudamérica no existía ni por asomo algo que se pareciera a una forma geográfica amable que diera refugio a un barco en medio de la tempestad, o facilidades primitivas pero seguras para operaciones de los barcos mercantes o militares que lo primero que hacían eran reparaciones y conseguir agua potable.

La idea vino de la Gran Armada cuando finalizaron los tiempos de conquista y vino la vinculación logística de estos territorios con la península, y fue cuando los grandes y poderosos jefes de la Armada concluyeron que Montevideo era el puerto ideal, único sin competencia, hecho por Dios a la medida para ser un puerto de escala y de refugio excepcional, para hacer reparaciones de aquellos endebles entramados de madera que en cada viaje pedían reparaciones, y también para abastecerse de agua potable y hasta de alimentos.

No lo había tampoco en el Pacífico y menos en Chile con sus enormes mareas. Y Buenos Aires ya lo sabemos, mar abierto, barro, poco profundidad, descampado y expuesto a los pamperos con los barcos fondeados como muy cerca a 10 millas de las orillas de Buenos Aires con el peligro de ser sorprendidos por la bajante. Así Montevideo resultó la perla elegida y la Armada española hizo funcionar a Montevideo sin saberlo durante 38 años —hasta 1814— como puerto logístico. Y fueron tales sus condiciones de puerto natural y artificial, que a fines del siglo XVIII apenas hincaron unos palos en el mar y pusieron encima algunas tablas, que Montevideo comenzó a funcionar como puerto y no precisamente para embarcar nuestras carnes saladas o tasajo, sino para actuar de puerto de servicios al tránsito regional. Por años Montevideo fue el puerto de Río Grande y enlace de los puertos del Paraná y ni que decir del Mato Grosso y Asunción.

Nosotros estuvimos años pasados en la ciudad brasileña de Cuiaba en un congreso por la hidrovía de operadores de cargas, portuarios, directivos de la CPTCP y del CIH, y en su diario local del Mato Grosso leímos que desde esa ciudad habían salido embarcaciones con productos por los ríos Paraguay y Paraná llegando a Rosario y a Montevideo, y estamos hablando de 1802. De Paraguay hay noticias de envíos de cargas al Río de la Plata a partir de 1818, y hasta años previos hay noticias de frecuentes transbordos en Buenos Aires y Montevideo. De manera que históricamente Montevideo fue, y así lo heredamos, un puerto de servicios regionales.

Rivera y Oribe

Para nosotros, por aquellos años el puerto era un punto de atracción para los gobernantes que obligaron a redoblar su mirada a medida que crecía el tamaño y la tecnología de los barcos. Las quejas de los capitanes debían ser porque no había suficiente profundidad para sus barcos y estaba presente siempre la eventualidad de la varadura. Seguramente se quejarían de la falta de muelles para el desembarco de los inmigrantes y pasajeros. Muy pronto los prácticos comenzaron a pedir canales de navegación superiores a los 8 metros y así comenzó la historia. Cuando Rivera llega a la Presidencia se ocupa de crear una empresa privada para dragar una parte del puerto, vean Uds., en 1830, intento que se vio frustrado porque no se pudo reunir el dinero para la compra de la draga, pero ya estaba presente al menos un atisbo de consciencia marítima y portuaria. En 1837, el presidente Manuel Oribe, que negoció con España para abrir los puertos españoles a los barcos y la mercadería uruguaya, tal fue el caso del barco uruguayo "Eolo" que tuvo una inmediata y afectuosa acogida tanto para los barcos de nuestra bandera como sus mercaderías. Oribe también liberó de impuestos las mercaderías en tránsito que nada tenían que pagar ni al tiempo de su entrada al puerto de Montevideo ni al tiempo de la salida con destino al extranjero, pudiendo permanecer en los almacenes de la Aduana por tiempo indefinido. En ese decreto también aparece el libre de impuestos para libros, papel, máquinas y ganado en pie.

Lavalleja.

Pero antes de Rivera, el Gral. Lavalleja, que ejerció transitoriamente el Gobierno Provisorio en 1929, tuvo una mirada de interés y preocupación hacia el puerto y su actividad cuando dice: "El Comercio y la Industria son Agentes conocidos de bienestar general y el gobierno querría que el puerto de Montevideo venga a ser un día un punto importante por la concurrencia del comercio y que de aquí se siga su engrandecimiento promoviendo la actividad y la industria, agentes conocidos del bienestar general". Quiero pensar que esto trajo más tarde los decretos apoyando el tránsito de 1837 y de 1854, estaba el concepto de una política liberal para el comercio y el puerto de Montevideo.

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