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El Puerto luego de la II Guerra Mundial

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conte biancamano.  Fué de los primeros buques de pasajeros en arribar al puerto de Montevideo

Como dijimos en nuestra nota anterior (28/11/16) terminada la II Guerra Mundial, los primeros barcos que llegaron a Montevideo fueron los de pasajeros para dar respuesta inmediata a los miles de inmigrantes de una Europa destrozada y con un futuro incierto que deseaban huir.

Con la presencia de la URSS dominando países del Este, más media Alemania y Yugoslavia con el Mariscal Tito, era lógico que se buscara nuevos horizontes en Sudamérica. Y hay que decir que de España se fueron por millares con la esperanza de nuevas oportunidades especialmente para Venezuela pero muchos otros lo hicieron para reunirse con familiares y el destino fue Argentina y Uruguay que por cierto los recibimos por millares.

MENONITAS. Antes de seguir avanzando queremos recordar un hecho que nos impactó y mucho y fue el arribo de 700 inmigrantes menonitas que lo hicieron en un barco holandés especialmente fletado llamado “Volendam” que operó atracado en el Muelle de Escalas y eso fue en octubre de 1948. Allí estuvimos nosotros. Todos ellos vestían una prenda uniforme única, desembarcaron en el muelle de escalas con sus enseres incluido decenas de cocinas móviles de campaña y numerosas herramientas de labranza y se instalaron en el interior. Su viaje a Montevideo y Buenos Aires fue apoyado por menonitas de los EE.UU y el proyecto fue instalar en Uruguay 100 granjas. Fueron casi todos los ministros de Uruguay a recibirlos, un espectáculo desusado con sus correspondientes discursos que aún recordamos porque fue una multitud en aquel agosto en el pequeñisimo muelle de escalas.

Así que los barcos de pasajeros que entonces conociamos como los tradicionales transatlánticos, volvieron a la ruta, unos con una clase de tercera mejorada y con la primera y segunda como antaño. Esos fueron los barcos italianos y franceses, como el “Conte Grande” y “Conte Biancamano “, los de la Linea C” que fueron el “Andrea C” y el “Anna C” y el famoso “Aquiles Lauro”, “Francesco Morossini”, el “Jamaique”, “Floride”, “Groix”, “Desirade”, “L’Atlantic”, luego estaban los españoles “Cabo de Buena Esperanza” y “Cabo de Hornos”, y por supuesto los famosos ingleses “Highlands” de la Mala Real Inglesa que salían de Vigo hacia el Sur. Todos ellos fueron los primeros. A estas tradicionales líneas se agregaron otras más pequeñas de empresarios independientes porque el negocio del transporte de pasajeros estaba en auge. Entre estos recordamos los barcos “Sestriere”. “Sises” y los argentinos “Corrientes”, “Yapeyu” y otros. Estos lo llevaban hasta Genova a uno por 100 pesos en 1950; más aún casi nos vamos nosotros. Por esos primeros días apareció un barco yugoslavo, el “Partyzanka” que trajo inmigrantes eslavos y croatas de Jugoslavia. Pero hay que advertir que los unicos barcos que navegaban a Sudamerica desde 1941 atravesando el Atlántico, fueron los barcos españoles de pasajeros “Cabo de Buena Esperanza” y “Cabo de Hornos” con una inmensa bandera española pintada en su casco, que por ser neutral los Aliados permitían con sospechas su navegacion y los alemanes por ser de Franco no los tocaban. También venían a bordo de los barcos niños huérfanos de la guerra que habían sido llamados por sus parientes uruguayos los que venían bajo protección del comisario de a bordo pero en realidad eran cuidados durante el viaje por los propios inmigrantes, en un gesto solidario. Pero haciendo memoria, el primero de los barcos que llegó a nuestro puerto fue el italiano “Vulcania” que lo hizo por única vez el 5 de mayo de 1947 en el marco de un gran acontecimiento porque ocurrió cuando solo hacia un año que se había firmada la paz.

PELIGROS. Llegar al Río de la Plata no era fácil, existía el peligro de las minas flotantes magnéticas sueltas en todo el Atlántico y era de rigor navegar con los ojos bien abiertos aunque ya no había submarinos. Antes de continuar se hace necesaria una reflexión histórica que llama nuestra atención y es que para un buque mercante, atravesar las procelosas aguas del Atlántico de la Segunda Guerra Mundial, representaba una aventura épica de vida o muerte, que habla por sí misma del enorme valor y pericia de capitanes y tripulaciones, sin duda merecedores de figurar con letras de oro en la Historia de la Navegación del siglo XX. Tampoco era menor el desafío de los viajeros, cuyo pasaje a Sudamérica costaba una fortuna.

Continuará

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