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78 terrenos bordeando la bahía en 1815

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Bahía de Montevideo. Foto: Archivo

MARÍTIMAS

Una extensión que iban desde el Arroyo Seco, donde se instaló la compañía tranviaria alemana hasta el Cerro,donde se construyó el conocido Dique Cibils.

Ahora que se comenzó a construir el Viaducto elevado sobre nuestra rambla portuaria (rambla Baltasar Brum) comenzando a la altura de la vieja Usina de Calcagno (UTE) vale la pena recordar esta nota histórica de los 78 terrenos sobre la bahía de Montevideo en una extensión que iban desde el Arroyo Seco, donde se instaló la compañía tranviaria alemana (San Fructuoso y Baltasar Brum) hasta el Cerro -Punta de Lobos o Piedras Blancas- donde se construyó el conocido Dique Cibils (hoy de la Armada) área que más bien era conocida por Rincón del Rey.

En su origen casi todas esas tierras que bordean la bahía habían sido concedidas por el Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata al Brigadier General Don Francisco Xavier de Viana en 1814 en recompensa a sus servicios prestados a la causa de la Independencia Nacional y Americana y años más tarde, allá por el 1833, sus descendientes las parcelaron y delimitaron con precisión y luego fueron vendidas incluso por el propio gobierno uruguayo a inversionistas privados locales y extranjeros.

Fueron propietarios de estas tierras, importantes personalidades sociales de la época, empresarios y casas comerciales no solo del país sino extranjeras que aquellos y estos invirtieron en el Uruguay por dos razones casi fundamentales además de otras; porque advirtieron que all en esa bahía estaba latente ya el negocio de los servicios a los barcos y los patricios o ricos orientales simplemente por especulación, un terreno sobre la bahía era una caja de ahorro segura.

Sin duda, esas tierras que estaban en contacto directo con las aguas de la bahía, con el gran puerto, eran privilegiadas e ideales para la instalación de muelles, obviamente en negocios que tuvieran relación con carga y descarga de de los barcos de productos de importación y exportación. Actuaron como escribanos en los actos de escritura Francisco D. Araucho, Tomas de Tezanos, importantes personajes públicos como Francisco A. Vidal y Joaquín Suárez, vean ustedes, designados por el gobierno para actuar como tasadores en el valor de esos terrenos.

Por los datos que hemos recogido, esos terrenos tenían un valor de $ 1.45, si señor, un peso con 45 centésimos el metro cuadrado. O sea que terrenos de 7.835 metros tenían entonces el valor de 11.600 pesos o unas 2.417 libras oro, lo cual era una fortuna.

Mas aún, en 1833 el Gobierno de la Defensa por razones de necesidad económica se vio obligado a vender el primer terreno de la bahía a la empresa inglesa Stanley Black y Cia; tierras sobre la bahía por valor de medio millón de pesos oro, negocio o venta que no había sido autorizada por el Poder Legislativo, pero precisaban la plata a como diera lugar.

Todo aquel que viaje en auto por la rambla costanera o Rambla Sud América como se la conocía entonces, hoy Rambla Baltasar Brum, a la altura de Entre Ríos o San Fructuoso camino a Capurro, La Teja y el Cerro, al llegar a la vieja Usina eléctrica de Calcagno, hoy de UTE, (estamos omitiendo el Viaducto elevado que lo comentaremos el próximo lunes) descubrirá un hermoso y atrayente escenario portuario conformado por las aguas de nuestra bahía, muchas de cuyas añejas presencias son en realidad testigos y restos de un tiempo en que nuestra ribera norteña fue una zona que antaño tuvo dinámica actividad conectada con el puerto y por consiguiente sus tierras fueron muy valoradas y codiciadas.

En esa costa herradura estaban instaladas mayormente barracas que recibían carbón y sal en lanchas que trasegaban desde los grandes buques de ultramar fondeados en el antepuerto tras lo cual atravesando la bahía llevaban el cargamento a las numerosas barracas que casi todas habían construido su propio muelle; unas veces de madera y otras de material y no pocas de hierro. Todas estas barracas y algunos saladeros, ya que la mayoría estaban mas bien en La Teja y el Cerro, tenían frente a la “Rampla Sud América” y sus fondos daban al mar, algunas con terrenos submarinos, rambla que terminaba en el arroyo Miguelete.

Antes de seguir avanzando, recordamos a los lectores que sobre la bahía de Montevideo tanto el famoso empresario Emilio Reus como la Compañia Nacional de Crédito y Obras Públicas tenían muchos solares algunos de los cuales pasaron a propiedad del Banco Hipotecario, Banco Territorial y otros fueron vendidos a la Cia. de Tranvías La Transatlántica (que si mal no recordamos era alemana, un enorme tranvía muy largo que iba de la Estación Agraciada hasta la Barra de Santa Lucía).

Pero muchos de los terrenos que daban sobre la bahía pertenecían a empresas nacionales e internacionales y habían instalado muelles de madera y en algunos casos de hormigón a fin de facilitar el movimiento de sus mercaderías. Siguiendo nuestro viaje en auto por la Rambla Sud América de entonces, hoy Rambla Baltasar Brum, a la altura de Entre Ríos estaba instalada en un solar de casi 10 mil metros cuadrados la conocida compañía tranviaria La Transatlántica (1893) que era la Sociedad Tranvía al Paso Molino y el Cerro y este inmenso solar tenía un largo muelle para recibir el carbón para su Usina.

Más adelante el Ferrocarril Central del Uruguay en su solar ubicado en Bella Vista sobre la Rambla Sud América entre las calles Porvenir y Progreso con vista al mar, 15 mil metros cuadrados tierras que habían pertenecido a José E. Elllauri, tenían dos muelles seguramente para asegurarse el carbón.

Otra importante empresa carbonera que actuaba en el Uruguay y en casi todo el mundo era Cory Brothers, en dos solares sobre la calle Egipto entre Francia e Inglaterra con Norteamérica en el centro. Dos predios de un total de 10 mil metros cuadrados.

Estos solares fueron comprados en 1907 a la viuda de Don Carlos Harrat o sea Joaquina Tonkinson de Harrat, domiciliada en el Condado de Surrey en Inglaterra, terreno que venía de la empresa Stanley Black y Cia. en 1843, que a su vez había sido adquirida de la casa F. L. Huphreys, que venía de James Phillips, de Liverpool y el principio se origina en Xavier de Viana. Vean ustedes, tierras que habían sido adquiridas por empresarios ingleses.

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