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¿Por qué empresarios argentinos evalúan mudarse a Uruguay?: la visión de un analista

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Turistas en Punta del Este. Foto: Ricardo Figueredo

DESDE ARGENTINA 

El aumento del impuesto sobre los Bienes Personales para los activos en el exterior que se establece en la ley de emergencia de Argentina trajo inquietudes en el vecino país.

Es un tabú. Pero sale indefectiblemente en casi todas las conversaciones de empresarios, la mayoría de los cuales ha instruido a sus contadores a analizar situaciones patrimoniales: ¿qué actitud tomar frente al aumento en los Bienes Personales para los activos en el exterior, que la ley de Emergencia acaba de ubicar en 2,25%, con la facultad de extender a 2,50%?

Que la inquietud pueda estar planteándose en estos días en Punta del Este, destino vacacional preferido del hombre de negocios argentino, no hace más que confirmar la tendencia: Uruguay es, junto con Paraguay y España, uno de los países en que algunos de ellos han puesto la atención como alternativa para radicarse y pagar menos al fisco. Pero no es tan sencillo: toda mudanza deberá ser real, no simulada.

Son ideas que seguramente exasperarán al Gobierno, pero que han empezado a recibir los estudios contables a modo de consulta. "Los capitales son mimosos, les gusta que los traten bien", resume César Litvin, de Lisicki Litvin & Asociados, que advierte que cambiar de domicilio resulta siempre traumático: "Quien lo decida tiene que irse en serio y volver sólo como turista".

Es cierto que hay empresarios de primera línea que viven desde hace años en Uruguay. Y que ahora la tentación es grande, principalmente para aquellos que están cerca del retiro o tienen compañías con pocas operaciones físicas, porque algunos regímenes fiscales se han vuelto virtualmente competencia desleal para naciones de alta carga tributaria.

Uruguay y España, por ejemplo, tienen un programa de bienvenida fiscal que establecen que, durante los primeros cinco años, el contribuyente no paga un centavo sobre sus bienes en el exterior. "Antes Uruguay tardaba más de un año en aceptar a un nuevo residente, pero ahora la están dando de acá a mayo: es una clara intención por darle la bienvenida a los ricos argentinos", dice Fernanda Laiun, socia del estudio Laiun, Fernández Sabella & Smudt. Todo eventual traslado se encontrará sin embargo con fiscalizaciones argentinas: la ley indica aquí que, si alguien permanece en territorio nacional más de 179 días por año, el Estado puede reclamarle la residencia.

Hay también opciones incluso más engorrosas. Armar fideicomisos irrevocables en paraísos fiscales, por caso, algo a lo que la mayoría se resiste porque supone perder para siempre el control de fortunas propias que pasan a ser administradas por un fiduciante con un fin específico, que por lo general incluye beneficiarios o herederos. Constituirlo cuesta US$ 15.000 por única vez, más otros 15.000 de mantenimiento por año.

"Se están apurando, la nueva ley no es tan mala", dijo un ejecutivo petrolero que les recuerda últimamente a sus pares que la alternativa que había trascendido días después del triunfo de Alberto Fernández en las primarias era infinitamente más hostil. "Se llegó a hablar a aportes patrióticos del 10%", dice.

Pero, pasado el alivio, la perturbación volvió. Y salió informalmente en las mesas del último almuerzo que el Presidente tuvo en la Asociación Empresaria Argentina. Un propietario de un grupo nacional, por ejemplo, se quejó allí de que su condición de exportador de alimentos lo obligaba a abrir a su nombre en otros países "personas jurídicas" (empresas) cuyos accionistas o cuyos dueños ahora estarán quedarán gravadas por estas tenencias.

Una práctica común en sectores como ese o el de los laboratorios: por motivos de control sanitario resulta menos complicado exportarle a un solo importador o distribuidor autorizado o, directamente, exportarse a sí mismos a través de una sociedad constituida ahí para después vender en el mercado interno.

El impuesto a los Bienes Personales se cobra en realidad en pocos países. Los especialistas explican que, aunque no es aconsejable porque promueve la evasión, representa la opción que el fisco argentino le encuentra al impuesto a la herencia, que está vigente en muchos países desarrollados y que aquí sólo existe en la provincia de Buenos Aires.

Entre los empresarios siempre despierta pánico. "No hay inversión en el mundo que rinda el 2,25% que puso el Gobierno -se quejó el dueño de otra compañía-. Un bono del Tesoro norteamericano paga algo más del 1%, en Europa tenés que pagar por los depósitos. Es decir, estás obligado a aspirar a no menos de un 5% de renta: tomar riesgo para pagar impuestos y, a lo sumo, empatar la inversión". Semanas atrás, cuando surgió el tema ante funcionarios de la Casa Rosada, algunos empresarios habían tenido ya un anticipo la promesa que finalmente incluyó la ley: la posibilidad de bajar la tasa al 1,25% trayendo al país el 5% del patrimonio. Pero no a todos los convence, en parte porque faltan detalles del mecanismo que deberá determinar la AFIP.

Son fobias globales que han trascendido el universo empresarial en todas las épocas. Los tributaristas suelen poner un ejemplo del mundo del fútbol. Dicen que el pase de Cristiano Ronaldo del Real Madrid a Juventus se facilitó porque Italia tiene para las grandes fortunas de sus extranjeros un beneficio: sus residentes foráneos pagan un monto fijo de 100.000 euros por toda contribución sobre los bienes que tengan fuera del país.

Las discusiones son siempre acaloradas. Hace cuatro años, el presentador español Jordi Évole le preguntó en una entrevista de televisión a Julio Iglesias si creía en la redistribución de la riqueza. El cantante hizo primero un silencio y después contestó, molesto: "Nunca he dejado de pagar un puñetero impuesto en ningún lugar del mundo. Donde canto, pago mis impuestos. Pero tengo mi residencia en la República Dominicana. Tengo una sociedad en Punta Cana donde pagamos el 31% al gobierno dominicano. Tú me preguntas si creo en la redistribución de la riqueza, yo creo en la justicia de la riqueza: si te van a pagar lo que vales".

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