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Se vuelven a encender las alertas en Argentina

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Banco Central argentino: descenso en reservas netas incrementa las tensiones cambiarias. Foto: La Nación (GDA)

SITUACIÓN

Las reservas netas en el Banco Central argentino enfrentan una caída sostenida en los últimos meses.

La escasez de reservas en el Banco Central vuelve a encender las alertas en Argentina. Si bien las reservas brutas se mantienen en torno a los U$S 43.000 millones desde fines del año pasado, las netas -aquellas realmente disponibles para hacer frente a la demanda de importaciones o para intervenir en el mercado cambiario- vienen registrando una sostenida caída en los últimos meses. El stock asciende a cerca de U$S 8.000 millones, unos U$S 3.500 millones menos que cuando se produjo el cambio de gobierno en diciembre pasado.

Ese descenso, que marcha en sentido opuesto a la abundancia de pesos tras la elevada emisión registrada en los últimos meses para financiar al Tesoro, incrementa las tensiones cambiarias. “Argentina tiene un precio del dólar, un nivel de cepo cambiario y una demanda de divisas que son incompatibles. Uno de los tres aspectos tiene que cambiar. El gobierno apunta a bajar la demanda de divisas, pero no lo veo posible en el corto plazo.

Entonces, las alternativas que quedan son devaluar o endurecer el cepo”, dijo a El País Matías Rajnerman, economista jefe de la consultora Ecolatina, en Buenos Aires.

El stock de reservas brutas del Banco Central está engrosado por un swap de monedas con el Banco Popular de China, préstamos del Banco Internacional de Pagos y derechos especiales de giro del FMI, además de los encajes de depósitos en dólares de los ahorristas. Dado que esas divisas no pueden utilizarse en forma inmediata, las reservas de libre disponibilidad se reducen a menos de la quinta parte del stock total.

Ese monto luce escaso frente a los desafíos que están por delante. Aunque la balanza comercial acumuló hasta mediados de agosto un superávit de unos U$S 10.000 millones y el crónico déficit por viajes y pagos con tarjeta en el exterior prácticamente desapareció en los últimos meses debido a la pandemia, el Banco Central no logró sumar reservas. Aún con las restricciones del cepo cambiario, la autoridad monetaria debió sacrificar unos U$S 1.800 millones desde abril para evitar un alza mayor de la paridad oficial. Esa tendencia se viene acelerando: solo en las primeras dos semanas de agosto, el Banco Central vendió U$S 742 millones.

“Si hay desconfianza en el peso, no hay superávit comercial que alcance. Más aún si se tiene en cuenta que la salida de la cuarentena va a traer más demanda de dólares porque la actividad económica en Argentina necesita importar insumos y bienes de capital. La paradoja es que la normalización de la actividad económica terminará por profundizar los desequilibrios”, dijo a El País el economista Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad-ARKLEMS, en Buenos Aires.

Lejos de convalidar las expectativas de devaluación, el gobierno y el Banco Central buscan mantener la actual política de deslizamiento suave del tipo de cambio oficial, en línea con el ritmo de la inflación. Para lograr ese objetivo apuestan a que una vez finalizado el proceso de reestructuración de la deuda con los acreedores privados hacia fines de este mes, empiece a ceder la presión en el mercado cambiario.

Más allá de esa expectativa, el gobierno y las autoridades del Banco Central también están colocando el foco en uno de los pocos resquicios que dejó el cepo cambiario: los U$S 200 al mes que los ahorristas tienen permitido comprar a la cotización del tipo de cambio oficial más un impuesto del 30%. El número de quienes hacen uso de ese cupo para adquirir dólares a una paridad en torno a 100 pesos, que luego pueden vender en el mercado paralelo a unos 135 pesos, viene creciendo en línea con el ensanchamiento de la brecha cambiaria.

Según el último dato oficial, en junio compraron el llamado “dólar ahorro” unas 3,3 millones de personas, siete veces más que en marzo.

Esa tendencia habría trepado a unas 4 millones de personas en julio y todo indica que crecería aún más en agosto, de acuerdo a estimaciones de las consultoras. Si bien el cupo permitido es relativamente pequeño, el aumento del número de compradores implica una sangría creciente de reservas. Solo en agosto podrían perderse por esa vía cerca de U$S 1.000 millones.

Ante eso, en el gobierno se abrió un debate en torno a la continuidad -o no- del “dólar ahorro”. Las especulaciones crecieron luego de declaraciones del presidente Alberto Fernández en las que calificó como “un problema” a la compra mensual de dólares por parte de pequeños ahorristas. Sin embargo, hasta ahora primó la posición del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien se opone a imponer una restricción mayor dado que eso podría impulsar aún más la cotización de los dólares alternativos.

En simultáneo con esas discusiones internas, el gobierno empezó a negociar con algunos sectores -entre ellos, la industria automotriz- la forma de reemplazar insumos importados por locales para moderar la salida de dólares. “La alta emisión de pesos, sobre todo en la primera etapa de la cuarentena, se volcó en gran medida al dólar paralelo y eso generó la impresión que el tipo de cambio oficial está barato. Ante mayores expectativas de devaluación, los exportadores no liquidan y los importadores anticipan compras, lo que viene provocando una caída de las reservas. Contar con reservas escasas, en un contexto en el que nadie quiere vender dólares y el Banco Central tampoco puede hacerlo, es un problema”, señaló Rajnerman.

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